Bajalo: Thom Yorke_The Eraser
Escuchalo y compralo…
Thom Yorke, solo…
En la portada de The Eraser, primer disco en solitario de Thom Yorke, un personaje levanta la mano haciendo un gesto para detener las olas que amenazan con arrasarle. “¿Ha oído hablar del rey Canute? Supongo que no, es algo muy inglés”, dice Yorke. Canute el Grande gobernó en Inglaterra entre 1016 y 1035. Con 20 años conquistó el país al frente de una armada de 10.000 daneses. Más tarde unificó las Coronas de Inglaterra, Dinamarca, Noruega y Suecia. A pesar de todo esto, es recordado sobre todo por ser el rey que intentó detener las mareas. Cuenta la leyenda que sus cortesanos le decían que su poder era tan grande que incluso las fuerzas de la naturaleza le obedecerían. Así que el monarca colocó su trono en la orilla del mar y ordenó a las olas que retrocedieran. “Cosa que, por supuesto, no hicieron”, relata Yorke. Según la interpretación más habitual, que parece ser que no es la más correcta, la moraleja es que aquel que se termina creyendo todopoderoso termina haciendo cosas que van de lo ridículo a lo monstruoso.
Para Thom Yorke, Tony Blair es un Canute contemporáneo. Pongamos un ejemplo. Uno que le impresionó mucho: año 2003, el doctor David Kelly, ex inspector de la ONU en Irak y asesor del Gobierno británico en armas biológicas, es acusado de ser la fuente que contó a la BBC que las pruebas que justificaron el ataque a Irak eran exageradas. El Gobierno británico montó en cólera. Él no negó haber hablado con el medio, pero sí haber sido la fuente principal de esa noticia. Fue tremendamente presionado por las agencias gubernamentales. Un día de julio salió de su casa a dar un paseo y nunca volvió. Se determinó que se había suicidado. Una de las canciones del nuevo disco de Yorke se llama Harrodown Hill, el nombre del lugar donde fue encontrado el cadáver. “No consigo quitarme aquel periodo de la cabeza. La forma en que murió. Creo que es una etapa muy oscura en la historia del Reino Unido. Siento mucha rabia cuando pienso en aquello. Lo que pretendo expresar en Harrodown Hill es que todo el mundo en este país sabe que ahí hubo algo oculto. Que hay muchas cosas que no están claras respecto a su muerte. Pero no sabemos cómo asumirlo”… Se detiene unos segundos antes de seguir hablando. “Inglaterra no es un lugar feliz en este momento. El país tiene un extraño estado de ánimo. Todo el mundo espera que los culpables se vayan. Pero no se van. Deberían haberse ido ya. Quiero decir que en España se fueron. Vosotros lo conseguisteis. ¿Cómo cojones lo hicisteis?”. Calla y toma un sorbo de su café. “Actualmente, los Gobiernos no gobiernan. Dirigen los países como si fueran empresas. Mantienen al pueblo metido en una caja, que apartan cuando molesta o que agitan para lo que quieren. En mi opinión, Occidente está a punto de sufrir una gran crisis económica por culpa del suministro de gas y petróleo. Es simplemente una cuestión de saber cuándo. Y en vez de promover un debate entre la población sobre cómo vamos a intentar prevenir esto, pasan el tiempo hablando de tonterías. Obvian las cosas importantes”. Hace otra pausa. “Perdone. Hoy es un día especialmente difícil”, concluye. Diez días antes, mientras la banda estaba tocando en Europa, en su primera gira en dos años, murió de forma repentina la madre de Phil Selway, el batería. Suspendieron su concierto en Amsterdam y volvieron a Oxford. Thom Yorke acaba de volver del funeral.
Uno de los motivos por los que a Thom Yorke, líder de Radiohead, de 37 años, le afectó tanto el caso del doctor Kelly es que el científico vivía en Oxfordshire, el mismo condado en el que residen él y su grupo. Las escasas entrevistas que concede para este lanzamiento en solitario las da precisamente en Oxford. “Es un sitio que está bien para vivir. Mi casa está un poco más allá”, aclara señalando al final de la calle, por donde no dejan de pasar estudiantes en bicicleta. Desmañadamente vestido de negro. Con una americana, vaqueros y unas botas más adecuadas para el monte que para una ciudad. Sonríe y es amable, pero sus respuestas son tensas, entrecortadas, temerosas. Muy adecuado para su papel de estrella atípica dentro de una banda atípica. Nunca, desde que publicaran su primer álbum en 1993, han seguido las modas predominantes, ya fuera el grunge, las disputas falaces entre Oasis y Blur o el auge de la electrónica. Aun así, han vendido 23 millones de copias. No sólo han conseguido hacerse ricos y respetados. Lo más asombroso de su carrera no es que cuenten con millones de fans, sino el fervor casi religioso que despiertan en ellos.
Yorke nació con una parálisis en su ojo izquierdo y sufrió seis operaciones antes de cumplir los cinco años. La última de ellas le dejó el ojo vago. Ahora, su párpado a medio abrir, la visible disonancia entre ambos lados de la cara, se ha convertido en un rasgo distintivo, pero durante muchos años fue un estigma que le atormentaba. El constante recuerdo de que era distinto. Más feo. Un inadaptado. Formar parte de un grupo fue su forma de dar salida a aquella sensación. Primero se llamaron On a Friday, y nadie confió en ellos. Después se transformaron en Radiohead, y tampoco. Hasta que publicaron su segundo sencillo, Creep. El tema empieza como una dulce declaración de amor: “Pareces un ángel, tu piel me hace llorar”. De repente, dos furiosos guitarrazos rompen el tema por la mitad, y Yorke, en uno de los tonos de voz más desgarradores que se recuerdan, canta: “Pero yo soy una alimaña. Soy un raro. ¿Qué demonios hago aquí? No pertenezco a este sitio”.
Cuando se publicó en 1992, algunas emisoras se negaron a radiarla porque la consideraban demasiado deprimente, y tuvo que pasar un año –y más de medio millón de discos vendidos en Estados Unidos– para que la reedición de ese tema triunfara en su país de origen. Al final se convirtió en una de esas canciones que, con el tiempo, se hacen más grandes que sus autores y amenazan con devorarlos. Sus conciertos se llenaban de adolescentes con camisetas en las que se leía Creep. Recibían cartas de jóvenes que decían sentirse como el protagonista de la canción. Algunas de ellas rozaban la psicopatía, así que decidieron no volver a tocarla en sus conciertos. Algo así, salvando las distancias, como si los Rolling Stones nunca interpretaran Satisfaction en directo. “Ahora la tocamos. A veces lo hacemos para disgustar a la gente. A esos fans terminales de Radiohead que cuando la escuchan dicen: ‘¿Por qué? ¡Prometieron no volver a hacerlo!’. Y también en algunos conciertos realmente masivos. Es una canción que escribimos nosotros. Así que se nos debería permitir tocarla si queremos hacerlo”.
La música es para Thom Yorke una forma de exorcizar los demonios interiores que le atormentan. “No creo que incluya las letras en el disco. Si lo hago, va a sonar muy negativo. Todo lo que escribo suena muy oscuro, muy deprimente. La idea del disco surgió de la leyenda del rey Canute, pero creo que al final lo que ha pasado es que se ha convertido en un vehículo para echar fuera muchas cosas que llevaba dentro. Obsesiones de las que no puedo hablar, pero que estaban ahí. Uso la música para animarme sacando lo que me atormenta”.
El álbum suena familiar, porque es tremendamente personal. Pesa más la presencia de Nigel Goldrich, el productor que ha dado coherencia al sonido de Radiohead desde hace años, que la instrumentación electrónica. Son canciones, no desvaríos, y la voz de Yorke suena tan emocionante como siempre. De hecho, parecen canciones de Radiohead. “¿Sí? Mierda, eso es desastroso. No era mi intención. Tuve muy claro desde el principio que lo haría con Nigel. Estaba muy asustado por no grabar con el resto de los chicos y necesitaba a alguien que me diera una patada en el culo si me ponía tonto. Pero pensaba que ahí acababan todos los parecidos. La grabación ha sido rápida y sorprendentemente indolora. Fue divertida. Es jodidamente extraño [suelta una carcajada]. Siempre he asociado las cosas difíciles y dolorosas con la calidad. Ahora creo que eso es basura”.
Son famosos sus bloqueos creativos. Los ha sufrido siempre. El más importante le llegó en 1998. Un año antes, Radiohead había publicado Ok computer, el salto definitivo, sin red, a la gloria total. Muchos la ven como la obra definitiva de la generación X, el precedente de los noventa a los actuales mileuristas. La crítica lo recibió con la boca abierta y el público lo devoró con ansia. Una recopilación de ansiedades, paranoias y miedos ante un futuro amenazante. Angustia fue el término más utilizado para definir su contenido. Su consagración mundial y la confirmación de que eran la banda más importante del momento. “Fue un disco muy difícil, pero recuerdo que lo grabábamos en una casa maravillosa. Ninguno de nosotros tenía hijos. Pasábamos las noches despiertos. Nos colocábamos. Tocábamos a las cuatro de la mañana bajo la luna llena y luego nos poníamos a trabajar. Era muy raro. Fue un momento muy grande, estábamos todos juntos en el mismo sitio; me encantaría que fuese así otra vez. Cuando alguien menciona Ok computer me acuerdo de todo eso”.
Pero cuando terminó la gira de aquel disco, Yorke estaba exhausto, al borde del colapso nervioso. Sufría el bloqueo del escritor cada vez que cogía una guitarra. La banda lo intentó todo para romper aquello, pero sólo el tiempo y un cambio en las rutinas de trabajo consiguieron que casi tres años después se publicara un nuevo disco, Kid A, un intento consciente de desmarcarse de todo lo anterior. Era áspero, electrónico, experimental y difícil. Un aparente suicidio comercial. Volvió a arrasar. Ese fervor de sus fans, que aceptan cada uno de los pasos de Radiohead como inevitable y que, si en un principio no lo entienden, no lo achacan a que la banda haya sido incapaz de explicarse, sino a que ellos no se han esforzado lo suficiente.
Este disco en solitario procede de una crisis parecida. Hace dos años, Radiohead terminó la gira del que es hasta el momento su último disco. Fue en California, con una actuación ante 50.000 personas. No sólo era el fin de un periplo agotador alrededor del mundo, sino también de su contrato con EMI, la discográfica con la que han grabado toda su carrera. “Es cierto que habíamos caído en la rutina. Con este disco intenté restablecerme, recuperar mi confianza”. El propio Yorke se ha encargado de asegurar en el comunicado vía Internet en que anunciaba la edición del disco que Radiohead seguía en marcha (“No quiero oír toda esa mierda de que soy un traidor y que la banda se va a disolver y bla, bla, bla”). Aun así, a pesar de que la banda está de gira por EE UU probando nuevos temas, el hecho de que aún sigan sin contrato discográfico resulta inquietante para sus fans. “No sé qué vamos a hacer. Somos libres. De todas formas, es una cosa de la que preferiría no hablar ahora mismo. Discúlpeme, pero para una vez que hago algo que no me ha costado lágrimas, me gustaría no tener que pensar en problemas que están por venir”.
Thom Yorke, solo…
En la portada de The Eraser, primer disco en solitario de Thom Yorke, un personaje levanta la mano haciendo un gesto para detener las olas que amenazan con arrasarle. “¿Ha oído hablar del rey Canute? Supongo que no, es algo muy inglés”, dice Yorke. Canute el Grande gobernó en Inglaterra entre 1016 y 1035. Con 20 años conquistó el país al frente de una armada de 10.000 daneses. Más tarde unificó las Coronas de Inglaterra, Dinamarca, Noruega y Suecia. A pesar de todo esto, es recordado sobre todo por ser el rey que intentó detener las mareas. Cuenta la leyenda que sus cortesanos le decían que su poder era tan grande que incluso las fuerzas de la naturaleza le obedecerían. Así que el monarca colocó su trono en la orilla del mar y ordenó a las olas que retrocedieran. “Cosa que, por supuesto, no hicieron”, relata Yorke. Según la interpretación más habitual, que parece ser que no es la más correcta, la moraleja es que aquel que se termina creyendo todopoderoso termina haciendo cosas que van de lo ridículo a lo monstruoso.
Para Thom Yorke, Tony Blair es un Canute contemporáneo. Pongamos un ejemplo. Uno que le impresionó mucho: año 2003, el doctor David Kelly, ex inspector de la ONU en Irak y asesor del Gobierno británico en armas biológicas, es acusado de ser la fuente que contó a la BBC que las pruebas que justificaron el ataque a Irak eran exageradas. El Gobierno británico montó en cólera. Él no negó haber hablado con el medio, pero sí haber sido la fuente principal de esa noticia. Fue tremendamente presionado por las agencias gubernamentales. Un día de julio salió de su casa a dar un paseo y nunca volvió. Se determinó que se había suicidado. Una de las canciones del nuevo disco de Yorke se llama Harrodown Hill, el nombre del lugar donde fue encontrado el cadáver. “No consigo quitarme aquel periodo de la cabeza. La forma en que murió. Creo que es una etapa muy oscura en la historia del Reino Unido. Siento mucha rabia cuando pienso en aquello. Lo que pretendo expresar en Harrodown Hill es que todo el mundo en este país sabe que ahí hubo algo oculto. Que hay muchas cosas que no están claras respecto a su muerte. Pero no sabemos cómo asumirlo”… Se detiene unos segundos antes de seguir hablando. “Inglaterra no es un lugar feliz en este momento. El país tiene un extraño estado de ánimo. Todo el mundo espera que los culpables se vayan. Pero no se van. Deberían haberse ido ya. Quiero decir que en España se fueron. Vosotros lo conseguisteis. ¿Cómo cojones lo hicisteis?”. Calla y toma un sorbo de su café. “Actualmente, los Gobiernos no gobiernan. Dirigen los países como si fueran empresas. Mantienen al pueblo metido en una caja, que apartan cuando molesta o que agitan para lo que quieren. En mi opinión, Occidente está a punto de sufrir una gran crisis económica por culpa del suministro de gas y petróleo. Es simplemente una cuestión de saber cuándo. Y en vez de promover un debate entre la población sobre cómo vamos a intentar prevenir esto, pasan el tiempo hablando de tonterías. Obvian las cosas importantes”. Hace otra pausa. “Perdone. Hoy es un día especialmente difícil”, concluye. Diez días antes, mientras la banda estaba tocando en Europa, en su primera gira en dos años, murió de forma repentina la madre de Phil Selway, el batería. Suspendieron su concierto en Amsterdam y volvieron a Oxford. Thom Yorke acaba de volver del funeral.
Uno de los motivos por los que a Thom Yorke, líder de Radiohead, de 37 años, le afectó tanto el caso del doctor Kelly es que el científico vivía en Oxfordshire, el mismo condado en el que residen él y su grupo. Las escasas entrevistas que concede para este lanzamiento en solitario las da precisamente en Oxford. “Es un sitio que está bien para vivir. Mi casa está un poco más allá”, aclara señalando al final de la calle, por donde no dejan de pasar estudiantes en bicicleta. Desmañadamente vestido de negro. Con una americana, vaqueros y unas botas más adecuadas para el monte que para una ciudad. Sonríe y es amable, pero sus respuestas son tensas, entrecortadas, temerosas. Muy adecuado para su papel de estrella atípica dentro de una banda atípica. Nunca, desde que publicaran su primer álbum en 1993, han seguido las modas predominantes, ya fuera el grunge, las disputas falaces entre Oasis y Blur o el auge de la electrónica. Aun así, han vendido 23 millones de copias. No sólo han conseguido hacerse ricos y respetados. Lo más asombroso de su carrera no es que cuenten con millones de fans, sino el fervor casi religioso que despiertan en ellos.
Yorke nació con una parálisis en su ojo izquierdo y sufrió seis operaciones antes de cumplir los cinco años. La última de ellas le dejó el ojo vago. Ahora, su párpado a medio abrir, la visible disonancia entre ambos lados de la cara, se ha convertido en un rasgo distintivo, pero durante muchos años fue un estigma que le atormentaba. El constante recuerdo de que era distinto. Más feo. Un inadaptado. Formar parte de un grupo fue su forma de dar salida a aquella sensación. Primero se llamaron On a Friday, y nadie confió en ellos. Después se transformaron en Radiohead, y tampoco. Hasta que publicaron su segundo sencillo, Creep. El tema empieza como una dulce declaración de amor: “Pareces un ángel, tu piel me hace llorar”. De repente, dos furiosos guitarrazos rompen el tema por la mitad, y Yorke, en uno de los tonos de voz más desgarradores que se recuerdan, canta: “Pero yo soy una alimaña. Soy un raro. ¿Qué demonios hago aquí? No pertenezco a este sitio”.
Cuando se publicó en 1992, algunas emisoras se negaron a radiarla porque la consideraban demasiado deprimente, y tuvo que pasar un año –y más de medio millón de discos vendidos en Estados Unidos– para que la reedición de ese tema triunfara en su país de origen. Al final se convirtió en una de esas canciones que, con el tiempo, se hacen más grandes que sus autores y amenazan con devorarlos. Sus conciertos se llenaban de adolescentes con camisetas en las que se leía Creep. Recibían cartas de jóvenes que decían sentirse como el protagonista de la canción. Algunas de ellas rozaban la psicopatía, así que decidieron no volver a tocarla en sus conciertos. Algo así, salvando las distancias, como si los Rolling Stones nunca interpretaran Satisfaction en directo. “Ahora la tocamos. A veces lo hacemos para disgustar a la gente. A esos fans terminales de Radiohead que cuando la escuchan dicen: ‘¿Por qué? ¡Prometieron no volver a hacerlo!’. Y también en algunos conciertos realmente masivos. Es una canción que escribimos nosotros. Así que se nos debería permitir tocarla si queremos hacerlo”.
La música es para Thom Yorke una forma de exorcizar los demonios interiores que le atormentan. “No creo que incluya las letras en el disco. Si lo hago, va a sonar muy negativo. Todo lo que escribo suena muy oscuro, muy deprimente. La idea del disco surgió de la leyenda del rey Canute, pero creo que al final lo que ha pasado es que se ha convertido en un vehículo para echar fuera muchas cosas que llevaba dentro. Obsesiones de las que no puedo hablar, pero que estaban ahí. Uso la música para animarme sacando lo que me atormenta”.
El álbum suena familiar, porque es tremendamente personal. Pesa más la presencia de Nigel Goldrich, el productor que ha dado coherencia al sonido de Radiohead desde hace años, que la instrumentación electrónica. Son canciones, no desvaríos, y la voz de Yorke suena tan emocionante como siempre. De hecho, parecen canciones de Radiohead. “¿Sí? Mierda, eso es desastroso. No era mi intención. Tuve muy claro desde el principio que lo haría con Nigel. Estaba muy asustado por no grabar con el resto de los chicos y necesitaba a alguien que me diera una patada en el culo si me ponía tonto. Pero pensaba que ahí acababan todos los parecidos. La grabación ha sido rápida y sorprendentemente indolora. Fue divertida. Es jodidamente extraño [suelta una carcajada]. Siempre he asociado las cosas difíciles y dolorosas con la calidad. Ahora creo que eso es basura”.
Son famosos sus bloqueos creativos. Los ha sufrido siempre. El más importante le llegó en 1998. Un año antes, Radiohead había publicado Ok computer, el salto definitivo, sin red, a la gloria total. Muchos la ven como la obra definitiva de la generación X, el precedente de los noventa a los actuales mileuristas. La crítica lo recibió con la boca abierta y el público lo devoró con ansia. Una recopilación de ansiedades, paranoias y miedos ante un futuro amenazante. Angustia fue el término más utilizado para definir su contenido. Su consagración mundial y la confirmación de que eran la banda más importante del momento. “Fue un disco muy difícil, pero recuerdo que lo grabábamos en una casa maravillosa. Ninguno de nosotros tenía hijos. Pasábamos las noches despiertos. Nos colocábamos. Tocábamos a las cuatro de la mañana bajo la luna llena y luego nos poníamos a trabajar. Era muy raro. Fue un momento muy grande, estábamos todos juntos en el mismo sitio; me encantaría que fuese así otra vez. Cuando alguien menciona Ok computer me acuerdo de todo eso”.
Pero cuando terminó la gira de aquel disco, Yorke estaba exhausto, al borde del colapso nervioso. Sufría el bloqueo del escritor cada vez que cogía una guitarra. La banda lo intentó todo para romper aquello, pero sólo el tiempo y un cambio en las rutinas de trabajo consiguieron que casi tres años después se publicara un nuevo disco, Kid A, un intento consciente de desmarcarse de todo lo anterior. Era áspero, electrónico, experimental y difícil. Un aparente suicidio comercial. Volvió a arrasar. Ese fervor de sus fans, que aceptan cada uno de los pasos de Radiohead como inevitable y que, si en un principio no lo entienden, no lo achacan a que la banda haya sido incapaz de explicarse, sino a que ellos no se han esforzado lo suficiente.
Este disco en solitario procede de una crisis parecida. Hace dos años, Radiohead terminó la gira del que es hasta el momento su último disco. Fue en California, con una actuación ante 50.000 personas. No sólo era el fin de un periplo agotador alrededor del mundo, sino también de su contrato con EMI, la discográfica con la que han grabado toda su carrera. “Es cierto que habíamos caído en la rutina. Con este disco intenté restablecerme, recuperar mi confianza”. El propio Yorke se ha encargado de asegurar en el comunicado vía Internet en que anunciaba la edición del disco que Radiohead seguía en marcha (“No quiero oír toda esa mierda de que soy un traidor y que la banda se va a disolver y bla, bla, bla”). Aun así, a pesar de que la banda está de gira por EE UU probando nuevos temas, el hecho de que aún sigan sin contrato discográfico resulta inquietante para sus fans. “No sé qué vamos a hacer. Somos libres. De todas formas, es una cosa de la que preferiría no hablar ahora mismo. Discúlpeme, pero para una vez que hago algo que no me ha costado lágrimas, me gustaría no tener que pensar en problemas que están por venir”.
‘The Eraser’ publicado en XL/Everlasting.
1 Comentarios:
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